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Huella de Carbono: todo lo que necesitas saber

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Según datos de la Organización de Naciones Unidas, desde el año 1990 las emisiones mundiales de dióxido de carbono han aumentado en casi un 50%, destacando que solo entre las décadas de 2000 y 2010 su incremento fue mayor que en las tres décadas anteriores. Para intentar solventar este exponencial crecimiento se estableció que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), concretamente el número 13, pusiera el foco en la adopción de medidas urgentes contra el cambio climático por parte de los países en desarrollo para así avanzar hacia una economía baja en carbono. 

Aunque es habitual prestar más atención al dióxido de carbono, ya que es el gas más abundante debido a la quema de combustibles fósiles y representa aproximadamente dos tercios de todos los tipos de gases de efecto invernadero (GEI), también encontramos otros gases como el metano, el óxido de nitrógeno y el ozono. Los gases de efecto invernadero, cuya concentración ha ido aumentando desde la Revolución Industrial, se encuentran directamente relacionados con el incremento de la temperatura media del planeta Tierra. 

Con el objetivo de luchar contra este calentamiento global y el cambio climático, es primordial conocer cuál es la huella de carbono, y es que, las actividades humanas y más específicamente nuestro consumo de energía, suponen en muchos casos el uso de estos combustibles fósiles y por ende, la emisión de estos gases de efecto invernadero. Este tipo de gases, por su composición química, absorben parte del calor que nos llega del sol y, como resultado, la temperatura media de la Tierra aumenta más allá de lo que ocurriría en condiciones naturales sin intervención humana. 

Pero, ¿qué es la huella de carbono?

La huella de carbono es un indicador ambiental que refleja la cantidad total de gases de efecto invernadero (GEI) expresada como CO2 equivalente, que es emitida directa o indirectamente como consecuencia de una actividad determinada. 

Como ya hemos comentado, no sólo existe el dióxido de carbono, sino que también influyen en el cambio climático otros gases como el metano (CH4) o el óxido nitroso (N2O). Para conocer la contribución de cada gas, existe un parámetro conocido como Potencial de Calentamiento Global o GWP, que viene del inglés “Global Warming Potential”, y que compara el poder de calentamiento de una masa de ese gas de efecto invernadero con el poder de calentamiento de esa misma masa de CO2, para poder expresar el conjunto de estos gases de la manera más sencilla y en la misma masa de medida, llamada CO2 equivalente (CO2e)

Por tanto, el primer paso para calcular nuestra huella de carbono es realizar un inventario de emisiones de todos los gases de efecto invernadero o un análisis de ciclo de vida según el tipo de huella de carbono al que nos refiramos.

Conociendo estos datos podemos implementar una estrategia de reducción de emisiones de CO2 basada en eficiencia energética, ahorro de materias primas, economía circular, mejoras en la fabricación, etc. 

Calcular la huella de carbono

El cálculo de la huella de carbono está basado en unos estándares internacionales como el GHG Protocol, y las emisiones las calculamos multiplicando el dato de consumo (actividad) por su factor de emisión dependiendo del combustible que hayamos utilizado, de tipo de energía o de la actividad considerada. Por tanto la fórmula que resume el cálculo es: 

Huella de carbono = Dato de Actividad X Factor de Emisión

El dato de consumo, o actividad, es el parámetro que define el nivel de actividad generadora de las emisiones de gases de efecto invernadero, como puede ser la cantidad de gas natural utilizada en la calefacción (kWh de gas natural).

El factor de emisión es la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por cada unidad del parámetro “dato de actividad”. Para saber este dato debemos tener en cuenta los factores de emisión de los principales combustibles, que se encuentran establecidos en el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero, así como las fuentes de donde se obtienen.

Y es que, a lo largo del ciclo de vida de cualquier producto o servicio podemos diferenciar diversas etapas que requieren de energía y generan emisiones de GEI: desde la extracción de materias primas, su transporte a las distintas industrias para su transformación, el proceso de distribución y su tratamiento como residuo. 

En cada una de estas etapas hay una organización o persona encargada de medir, controlar y gestionar la energía necesaria y las emisiones durante este proceso. Esas serían las emisiones directamente generadas en esa etapa, mientras que el resto de las etapas del proceso se consideran como emisiones indirectas, ya que están asociadas a la actividad o producto, aunque esa persona o empresa no tenga capacidad directa de gestión sobre el proceso de la etapa. 

Con esta visión podemos clasificar la emisión de gases de efecto invernadero en tres alcances diferentes: 

  • Alcance 1: Emisiones directas. 

Son emisiones de GEI liberadas por la propia empresa o personas en el mismo lugar donde se produce la actividad. 

  • Alcance 2: Emisiones indirectas asociadas a energía. 

Emisiones de GEI asociadas a la adquisición de energía eléctrica por parte de la organización. Tiene su origen en fuentes controladas por otra entidad distinta. 

  • Alcance 3: Otras emisiones indirectas. 

 Al igual que en el punto anterior, hablamos de emisiones de GEI que son consecuencia de las actividades de la empresa o personas, pero que ocurren en fuentes de emisión que no son propiedad ni están controladas por la empresa o personas. Las actividades de extracción y producción de materias primas compradas por la empresa, el uso de los productos vendidos a terceros o las actividades de gestión de recursos entrarían en este alcance. 

¿Qué tipos de huella de carbono encontramos?

Podemos encontrar distintos tipos de huella de carbono, dependiendo de la actividad en la que nos centremos y considerando, habitualmente, las emisiones de gases de efecto invernadero de un periodo anual. 

  • Huella de carbono personal: 

Basada en los hábitos de consumo individuales y que tiene en cuenta las emisiones de GEI asociadas a medios de transporte, uso de energía en el hogar para calefacción y hábitos alimenticios y de consumo de bienes. 

  • Huella de carbono de producto:

Incluyendo las emisiones de GEI durante las etapas de extracción de materias primas, proceso productivo, generación de la energía necesaria, transporte entre etapas, uso por parte del cliente y su tratamiento como residuo. 

  • Huella de carbono corporativa: 

Recoge el inventario completo de emisiones de GEI asociado a la actividad de una empresa u organización y sirve para identificar medidas de eficiencia energética dentro de la organización y las posteriores medidas de actuación conjunta con otras empresas del sector. 

¿Cómo reducir la huella de carbono?

En nuestro blog encontrarás ya otro artículo en el que te desgranamos cómo reducir tu huella de carbono a nivel personal, incluyendo un consumo responsable y de proximidad o intentando reducir nuestro consumo energético, entre otras medidas. 

Por eso en el artículo de hoy veremos algunas medidas para reducir la huella de carbono en el ámbito empresarial, y es que tanto las grandes organizaciones como pequeñas y medianas empresas también pueden realizar acciones encaminadas a reducir su huella de carbono, priorizando siempre las actuaciones que tengan un impacto mayor e introduciendo pautas que generen una cultura de reducción de huella de carbono, ya sea en las operaciones rutinarias, como en la gestión del ciclo de vida de los productos. 

  1. Impulsar la eficiencia energética en todos los ámbitos posibles. 

Optimizar los procesos productivos y la excelencia en la operación no solo conlleva un mejor uso de la energía, y su consecuente reducción de emisiones, sino también un mejor mantenimiento de los equipos, reducción de averías, y mejora de la seguridad. 

  1. Optimizar la cadena de suministro y reparto.

Reduciendo el papel u otros materiales físicos, gracias a los avances en los sistemas de almacenamiento en la nube y otras tecnologías de última generación que facilitan el flujo de la información y los suministros. 

  1. Fomentar la economía circular y aplicar sus principios.

Como ya te contamos en otro de nuestros artículos, la economía circular presenta amplios beneficios como la protección del entorno, la reducción de emisiones de CO2 y el ahorro de recursos naturales. Ayuda también a la economía local, fomentando modelos de producción basados en la logística inversa o la reutilización de residuos, e impulsa el empleo y el desarrollo de un nuevo modelo industrial más innovador y competitivo. 

  1. Apostar por fuentes de energías renovables. 

Gracias a la evolución del mix energético cada vez es más fácil implantar diferentes tipos de energías renovables en las gestiones y procesos empresariales, y es que existe un amplio abanico de fuentes renovables entre las que podemos elegir. 

Desde Portal Verde te ayudamos a implementar la energía fotovoltaica y contribuir a reducir tu huella de carbono gracias a la energía del Sol. Solo tienes que rellenar nuestro formulario para encontrar las mejores ofertas instaladoras elegidas para ti. 

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